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martes, 14 de junio de 2011

CURSOS DE FORMACIÓN GENERAL EN LA UNIVERSIDAD CÉSAR VALLEJO: UNA TAREA TRASCENDENTE

Melisa Valdez Caballero

La educación básica regular en el Perú ha generado siempre controversia. A unos les provee de herramientas básicas para afrontar la vida con un trabajo decente; a otros les da la posibilidad de pelear una vacante en la universidad, y a pocos le abre las puertas a condiciones académicas y laborables envidiables.

La universidad César Vallejo se ubica en un contexto medio. Está destinada a convertirse en la oportunidad de los otros, sí, de aquellos que en principio están animados a intentar una carrera a fin de superar sus condiciones de vida; pero que, en el camino se ven en la necesidad de tomar una decisión drástica: continuar a pesar de la exigencia académica a sabiendas de convertirse en un excelente profesional, o de retirarse por no poseer las competencias necesarias para proseguir y graduarse.


Pero, ¿cómo lograr el éxito profesional de nuestros estudiantes y cómo posicionarnos en Lima sin perder lo que hasta hoy se ha logrado en cinco años? Recuérdese que mientras se cuente con los recursos necesarios, los padres, velarán por las mejores oportunidades académicas para sus hijos, es decir, exigencia a nivel humanístico, académico, cultural y social; y en ese sentido, nuestra universidad se encuentra en la mira del corto abanico de posibilidades de los estudiantes.
Los cursos de formación general que se imparten en los primeros cinco ciclos de estudios son fundamentales. Están orientados a desarrollar las competencias necesarias para el desempeño académico y profesional de nuestros alumnos; los preparan para la vida y fomentan la identidad con su patria y alma mater. Además, no podemos soslayar el hecho de que cursos como Comunicación, Lógico – Matemático, Filosofía, Cátedra Vallejo y Desarrollo Personal se han convertido en el remedio vital que todos los ingresantes esperan que se les administre, después de una formación escolar floja, carente y gastada; desentendida de toda actitud investigadora por parte del educando.


El artículo n°1 de la Ley universitaria N°23733 señala que la formación superior como tal está orientada “al estudio, la investigación, la educación y la difusión del saber y la cultura, y a su extensión y proyección social”. Un estudiante que no posee el hábito de leer, carente de identidad personal y nacional, sin capacidad de reflexión crítica y de análisis, incapaz de solucionar problemas con eficiencia y eficacia; tendrá mayores dificultades para asumir con responsabilidad sus estudios superiores.


Actualmente, son evidentes los tropiezos del educando peruano en sus ámbitos de desarrollo, es decir, presentan limitaciones académicas severas; no comprenden lo que leen; dedican tiempo insuficiente al estudio; se ausentan de la biblioteca; maltratan su entorno; viven alienados y no valoran ni respetan mínimamente espacios culturales ni sociales; producto de por lo menos once años en entornos escolares deprimidos, medio familiar disfuncional y un contexto social agresivo. Por ello, una vez más, señalamos la trascendencia de los cursos de formación presentes en todas las escuelas profesionales, no solo de esta casa, sino a nivel nacional; pues su objetivo es generar las estrategias cognitivas y competencias académicas y humanísticas que nuestros educandos necesitan a fin de afrontar con responsabilidad y reflexión crítica los contenidos de mayor exigencia y que competen al desarrollo de la especialidad de cada escuela o facultad. Esto es lo primero que convencerá a nuestros alumnos y a sus padres; saber que han elegido bien y somos la mejor oportunidad de Lima.





Cómo lograr que el estudiante de ingeniería, educación, administración o psicología, por ejemplo, asuma retos mayores, si no se les ha formado con capacidad crítica, comunicativa (respetando las líneas formativas del curso), con capacidad de trabajar en equipo, con responsabilidad social, identidad personal, institucional y nacional; cómo si no es reflexivo, analítico, goza del arte y la cultura, capaz de comunicarse con respeto, resolver problemas oportunamente, con espíritu investigador, con compromiso ético profesional… cómo; si estas pasiones son más propias de los formadores de espíritu, es decir, de los docentes de carrera que desean ver en sus alumnos el fin de la educación: seres formados integralmente.

La especialidad, por su parte contribuye a preparar al estudiante universitario en cuestiones de ciencia y tecnología; sin olvidar lo humano por supuesto, pero las bases se sientan con los cursos de formación básica general y si no se le otorga el espacio, tiempo y reconocimiento que necesitan para su actuación; lo estipulado por la Ley 23733 en el artículo N°2 queda sin efecto, una música de ascensor, sin alma, como leí por allí.

Y para no perderlo de vista, en el artículo se menciona textualmente que: Son fines de las Universidades:
a) Conservar, acrecentar y trasmitir la cultura universal con sentido crítico y creativo afirmando preferentemente los valores nacionales;
b) Realizar investigación en las humanidades, las ciencias y las tecnologías, y fomentar la creación intelectual y artística;
c) Formar humanistas, científicos y profesionales de alta calidad académica, de acuerdo con las necesidades del país, desarrollar en sus miembros los valores éticos y cívicos, las actitudes de responsabilidad y solidaridad social y el conocimiento de la realidad nacional, así como la necesidad de la integración nacional, latinoamericana y universal;
d) Extender su acción y sus servicios a la comunidad, y promover su desarrollo integral […].

Solo necesitamos dar una mirada consciente a lo que ya tenemos y sobre ello mejorar, todo es perfectible, es cuestión de voluntad en beneficio de nuestros estudiantes y de la nación.

El docente?... un ave de paso;
El alumno?... nuestro mejor juez.

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