Vistas de página en total

martes, 14 de junio de 2011

LUCIANA





(Un cuento de Melisa Valdez Caballero, 2011)

Aquí, por el siglo XXI, ronda y ronda una extraña persona. Y no digo persona extraña porque todos la conocen. Pero, es extraña, porque además de vivir, deambula pensando en salvar el mundo, noble tarea! ¿Y en el siglo XXI? - infructuosa vocación.

La extraña es una audaz profesional, sus padres viven orgullosos porque toda su vida se ha dedicado, además de vivir, a estudiar y trabajar. Uf, qué cansancio. Los enamorados esperaban; las fiestas, ni qué decir, pero cuando las diversiones llegaron las disfrutó grandemente, sin excesos ni limitaciones. Es que cuando hay formación en casa, los placeres de la vida no nos hacen pecar y menos contra uno mismo.






Sin embargo, al no existir la receta mágica del buen vivir, Luciana se enamoró del peor de los amores – sí- de esos que deben descartarse ipso facto. ¡Qué se expectoran inmediatamente Luciana!Pero, no entendió, porque no solo quería salvar el mundo, sino que en su inmenso y noble corazón de lechuga, su amor la volcó a querer solucionar los problemas de este desenamorado hombre. Con esto, dejó de ser, temporalmente, el retoño orgullo de sus progenitores para convertirse en la migraña. Ni un excedrin paleaba tal jaqueca.





El ser humano es complejo, ni los psicoanalistas han podido solucionar los llantos del corazón. Uno cree que sí se puede; yes, I can!Mas, cuando se está en el hoyo nos damos cuenta de que: No, wecant!
Por varios años, Luciana fue víctima de maltrato emocional y físico; perdió confianza en sí misma, los insultos y las bofetadas le presentaban un mundo breve e insólito. No existían alternativas de nada, la soluciónla tenía ella, pues.






- Pero, no se puede Luciana, habla con tus padres, busca ayuda caramba.
Insólitamente, cierta vez despertó en ella un gusto enorme por los tiburones; además, soñaba con criar ratas y tener un álbum de plantas venenosas. Causó un gran desconcierto cuando se le vio sentada en uno de los paraderos horribles llenos de tierra de San Juan de Lurigancho buscando arañas con un palito de anticucho. Evidentemente, Luciana ya se había convertido en un caso patológico que podía terminar en suicidio. Sin embargo, el trabajo de sus padres por un poco más de veinte años daría sus frutos.




Luciana reaccionó.




Perdón, Luciana reaccionó gracias a sus padres y a una cachetada sangrienta del desenamorado desperdicio de hombre cuyos problemas existenciales ya no le interesaban más. No puedo decir que lo último le hizo falta, pero me inclino a pensar que esa persona extraña dedicada a vivir, a estudiar y trabajar; orgullo de mamá y papá, se dio cuenta de que la sangre no nos la saca nadie caracho. Las mujeres pierden sangre mensualmente, pero no así. Su amor – por ella- se lo hizo ver y de ser una dolorosa migraña, coleccionista de arañas y amante de tiburones, se convirtió nuevamente en esa filántropa – ahora racional- que todos conocemos; preocupada por sí misma, su familia y su amado esposo.




Para entender cómo era este Hyde – así lo llamo yo- digamos que hubiese sido el experimento más espantoso de Jeckyll. En realidad, su apariencia no era el gran problema, este era un tipo celoso, inseguro y dominante. Además, del puente etario que había entre ambos, Luciana, una mujer independiente, tenía que luchar con el martirio de las dudas de un hombre que ya doblaba la esquina mientras ella recién empezaba la calle.




Cierta vez, ella descubrió atónita el poderoso efecto del licor y la nicotina sobre el monstruo. Era increíble intentarlo todo y que no resultase nada; se había olvidado del pseudo amor y sus promesas. Ya no era la el lobo disfrazado de la abuelita, no por Dios; más bien había pasado de un común Hyde a una mezcla extraordinaria de los laycan a la criolla con chupa sangre y Jason. Qué Masacre en Texas ni qué ocho cuartos.



Producto de repetidas y cada vez más insoportables escenitas de celos y violencia verbal – y por qué no decirlo - un lapo del desgraciado; Luciana fue en busca de un machete. En esos instantes, ambos rondaban por los pasillos de Metro, un sábado de tantos en el que, el ya fracasado mini empresario, degustaba de unos traguitos y pedía a boca de jarro su quesito más a una de las señoritas de Laive.



Después de haberla acusado de coquetear mientras él “compraba”, después de que ella gritara a voz en cuello: “!Soy inocente!”… corrió a la carnicería, asaltó entre los pasantes y vendedores, le arrebató el arma al impiadoso joven carnicero y amenazó al desgraciado de que no le importaría arruinar su vida si de eso dependía que la dejara en paz.




Afortunadamente, a Luciana le sirve la cabeza para pensar; a otras, para enroscarse el pelo.
En fin, valió el susto y ella se marchó, no sin antes declarar a la policía que el hombre estaba ebrio, con el SOAT vencido y que aún no había pasado por la revisión técnica.




¿Acaso ya no era más que suficiente para renunciar a la opresión?



- Maldito desgraciado!
- ¿Y, Luciana?
- ¿Hasta cuándo?
- Tienes razón muchacha, por fin la tienes, hombre! Tú no mereces esto.



Y cuando apareció la inesperada y decisiva gota de sangre, Luciana, se marchó de su vida para siempre. No fue fácil y para muchos y muchas, ella fue una reverenda tonta; pero, cuando alguien atenta contra el autoestima, mutila nuestras capacidades y tomar una decisión en esas circunstancias es muy difícil, la determinación parece haberse ausentado…. Hasta que la recuperas.



El rumbo trazado por Luciana recobró su rectitud, su sentido y su horizonte es clarísimo. Se dice que es feliz y que además un noble caballero sin capa ni sombrero logró formatearle el chip y limpiar su corazón.



- ¿Hyde?



Habrá muerto, no sé. Pero, la extraña filántropa ahora goza de sus éxitos, aunque todavía no vence del todo la vergüenza de entrar a Metro, pues entenderán que su fotografía está pegada en la puerta como una peligrosa asalta machetes, usurpadora de finos cortes de res. Por Dios, menos mal que en Minka no tiene restricciones.




- ¡Tengan cuidado!
- No, mentira!

No hay comentarios:

Publicar un comentario